Mali 1, Nioro de Sahel

Nioro de Sahel es el primer pueblo en Mali si vienes desde la región de Gogui en Mauritania. Salimos de Messera Jedida y avanzamos unos 10 km para llegar al puesto fronterizo. La ruta está cortada por los habituales latones. Unas 200 personas pululan aquí y allá. Hay algunos buses llenos de bultos y animales en sus techos, vendedores ambulantes y cambistas de moneda. Un ambiente movido pero tranquilo y alegre contrasta con la anterior frontera Guerguerat-Nouadhibou.

Mapa Nioro sahel Bandiagara pablocaminante - Mali 1, Nioro de Sahel
La zona oscurecida es el paso fronterizo de Gogui – Nioro du Sahel

Frontera de Gogui

Entramos a la carpa militar azul a la derecha de la ruta. Unas mesas largas de madera con militares atendiendo a la gente. Nos dicen que debemos hacer una carta asumiendo que «somos conscientes del riesgo que implica ingresar a Mali y que ellos, los mauritanos, ya no se hacían responsables por nosotros».

Después de un par de sellos en la carpa y entregar la carta pasamos a una casita de cemento unos metros más adelante, ya frente a los barriles de gasolina. Dos o tres escalones al frente y un alero en la entrada. Hay más gente, cola de espera. Al rato alguien nos llama, entramos. Una vez dentro nos dicen de esperar afuera. Un poco de demora con incertidumbre, esa sensación de que no sabes si te quedas ahí todo el día o no. Nos vuelven a llamar bastante rápido. Entregamos otra copia de la carta a las autoridades malienses, chequean la visa y los papeles de la camioneta. Nos preguntan a dónde vamos y al responder Bandiagara uno nos dice: “a los blancos como ustedes ahí los agarran y matan como animales». Nos dan el «Passe Avant«, un certificado que permite circular con tu vehículo. Nos dicen de parar en el control aduanero más adelante para sacar el seguro y legalizar (sellar nuevamente) el «Passe Avant» de la camioneta. Ya estamos en Mali.

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Autobús por las rutas de Mali

Seguimos camino y paramos en el predio aduanero. Un recinto amurallado con varios camiones dentro. Una casa grande, horizontal, con terraza y alero al frente. Resulta que el dinero que tenemos no alcanza para legalizar el certificado y además contratar un seguro. O uno o el otro pero precisamos los dos para seguir. Necesitamos un cajero o un banco. Imprevistos, falla nuestra no previmos tanto gasto para entrar.

Mientras pensamos como resolver el tema bajo la mirada amenazante de algunos los funcionarios militares se nos acerca un tipo que nos ofrece un seguro a un precio excesivo alegando que es barato. Sabemos que no pero no tenemos otra opción. Nos ofrece que uno de nosotros vaya hasta la ciudad, Nioro du Sahel, a buscar la plata con un colega suyo en moto.

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Frontera de Nioro du Sahel

Nioro du Sahel

Un chico se acerca y me lleva hasta Nioro. Me doy cuenta que estoy completamente a la deriva yendo al banco con un desconocido. Llegamos a una pequeña plaza, con bastante gente y movimiento. Siento cien miradas. Alrededor de esa placita están los tres bancos de la ciudad.

Me bajo y sin dudar voy al que ya conocía. «Estoy regalado«, pienso. «Ahora salgo con la guita y el de la moto me lleva para cualquier lado y adiós«. Compruebo la tranca de la puerta del cajero como si fuera a cambiar algo. Meto la tarjeta (de un banco uruguayo) y espero. No hay conexión. Ya vi que la segunda opción de cajero está al lado de una gente que me pareció que no les gusté nada. Están vendiendo carne a la brasa en la puerta del cajero. «Y bueno, ahora hay que bancar», me digo riéndome.

Sin mirar demasiado voy hasta el segundo cajero. Al entrar veo que es una oficina del banco, o sea hay gente. Pero el cajero tampoco funciona. «La mierda«, pienso. Voy hasta el tercer banco, un poco más distanciado de los otros dos. Una casona grande. El guardia me dice que abre a las 17 hs. El calor y el sol hacen que la siesta sea larga. Volvemos con el de la moto a la aduana y concordamos en esperar.

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Niña que vende maní en Nioro du Sahel

Una niña se nos acerca y conversa. Vende maní. Le compro. Pregunto si va a la escuela y me dice que de mañana. Le doy la cámara para que saque fotos y le «enseño» un poco de técnica fotográfica. Se quedó un buen rato. Con unas latas de atún y un alambre tapamos un agujero que se había hecho en el caño de escape. La chica saca unas fotos.

Aparece también un muchacho que nos habla en español. Se llama Mahamadou Karamoko Sylla, alias Kaoulin Sylla. Se ofrece comprar la camioneta y además nos pregunta qué hacemos por ahí. Nos dice que él es «transitaire», se encarga de los papeleos en la frontera. El del seguro se acerca y le dice algo así como que ya estamos con él.

Al rato voy al banco de nuevo y todo bien, pero me equivoco y saco menos de lo previsto. Me confundí. Sacamos el seguro en una casita humilde que hace de oficina frente al recinto amurallado. Rogamos por un sello o algo que pareciera formal, pero no. Apenas contratamos un seguro poco fiable y caro. Volvemos al patio de la aduana al lado de la Land Rover.

La noche está cayendo. Ya resolvimos el papeleo pero es tarde. La bienvenida en ese lugar no es buena. Queremos irnos pero no sabemos adónde, quizás sea mejor pasar la noche ahí.

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Camiones en frontera de Nioro du Sahel

Regalo de los dioses

En eso reaparece, como caído del cielo, Kaoulin. Nos invita a cenar y dormir en su casa. Tras debatirlo un poco, aceptamos. Lo seguimos en la camioneta hasta Nioro y se empieza a meter por callecitas y finalmente llegamos a su casa. Una especie de bloque con casas de dos o tres cuartos, un muro que daba espacio para cochera y jardín propio.

Nos subimos a su Mercedes Benz, la marca de autos más popular en Malí y volvemos al centro. Le preguntamos por la placa del vehículo, que es francesa.«L’ Afrique c’est la liberté» («África es la libertad») nos dice, mucha gente circula con vehículos matriculados afuera, es normal.

Pasamos por la placita de los bancos. Hace unas horas estaba en este lugar «a la deriva» y ahora me paseo en un Mercedes. Da gracia. La radio local de Nioro du Sahel transmite una música tipo rumba congoleña, imposible sentirse mal.

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Kaoullyn, amigo del camino

Llegamos al restaurante de la señora veterana que cocina en la puerta de su casa. Extienden una alfombra delante de la misma. De sus gigantes cacerolas saca tres pedazos de carne de cordero y arroz que sirve en un solo plato. Por primera vez comemos a la africana. Todos del mismo plato y con la mano. Por eso nadie come si no se lavó las manos en el instante previo y a la vista de todos con la jarra de agua y el jabón que siempre hay a un lado del plato. Diría que se toman la higiene muy en serio y que la imagen «polvorienta» o de suciedad asociada a la pobreza, al menos en lo que yo he conocido, es un completo estereotipo! He visto gente de «países ricos» llegar de la calle y comer en un restaurante papas fritas con la mano sin pasar por el jabón.

Kaoullyn me ve comer con la mano izquierda (soy zurdo). Me dice que mejor coma con la derecha ya que la izquierda se usa para después de ir al baño. «Que no te vean comer con la izquierda o tendrás problemas», dice riéndose.

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Cenando cordero con arroz

Después de comer vamos a un bar. Tomamos una coca. Hablamos de nuestras familias. Tres grandes aprendizajes de su padre: fe en sí mismo, confianza por parte de los otros, y tener buenas relaciones. Visitamos su familia esa noche. Mamá, papá, hermanos pequeños. Luego nos vamos a la casa. Tiene un compañero de piso. Nos muestra un video de unos amigos que hizo hace poco. Increíblemente era la pareja del español y la costamarfileña que conocimos hace unos diez días en el consulado de Malí en Nouakchott, Mauritania. El mundo es un pañuelo y Nioro es parte de él.

Al otro día volvemos a visitar su familia e intentamos de nuevo el cajero automático ya que nos quedamos sin dinero a causa de mi confusión del día anterior. Sin éxito. Luego nos acompaña a la comisaría a pagar no se qué impuesto y lo paga. Nos da dinero para un par de peajes. En fin, Kaoulin nos encauzó el viaje. La ayuda de él fue absoluta y determinante.

Al salir de Nioro, en un puesto de control un militar nos dicen que vayamos tranquilos a Bandiagara y filmemos para demostrar que sí se puede ir. Ya el desierto quedó atrás y se ve más pasto amarillo, seco, pero césped al fin. Unos 500 km nos separan de la capital, Bamako.

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