En este posteo cuento la experiencia en el poblado de Messera Jedida, última localidad mauritana donde aparcamos para dormir en nuestro viaje a Malí. La zona fronteriza entre los dos países se llama Gogui y ya estamos circulando por ella.
Son las 2 pm. Al igual que en la frontera marroquí-mauritana no sabemos cuanto tiempo nos puede demorar atravesar de un país a otro y luego llegar a un lugar habitado. Pensamos que lo mejor es parar y mañana salir temprano. El destino nos detiene en un pueblito llamado Messera Jedida. No hay ningún cartel que identifique el lugar con este nombre sino que la propia gente nos lo dice.
Messera Jedida
Cuando estacionamos y bajamos de «Luma», el nombre dado a nuestro vehículo/casa, se nos acercan los hombres adultos y nos dan la bienvenida. Adivinan enseguida nuestra intención y hasta parece que no les es ajeno recibir visitas inesperadas. Al menos me da esa sensación. Ya se perciben niños acercándose curiosos.
Intercambiamos palabras clave en francés. Insisten una y otra vez en que durmamos en una de las casas. Finalmente accedemos. De pronto, veo que una de las señoras camina en dirección a una de las casas. De la misma, salen, a pedido de la señora, tres chicas de unos 14 años y las hacen ir a la otra casa donde estaban los adultos. Entiendo que les quitamos el lugar, resulta que es dónde duermen ellas y ahora es para nosotros.
El sol está fuerte y todo el pueblo se protege de él bajo techo. Los animales también buscan su sombra. Nosotros descansamos como reyes. Nos traen maní (cacahuete) y cada tanto viene una de las chicas a servirnos té de menta. Le pido disculpas por quitarles el lugar. Se ríe. Como en la casa guardan también el maní, una cabra viene constantemente a morder los sacos dónde está guardado.
Descansamos y acomodamos nuestras cosas. Escribo un poco. Al rato salimos a sacar unas fotos. Una niña se pone tímida hasta que se deja sacar. Los niños poco a poco se acumulan y al rato es todo una locura. Están exaltadísimos. Le ofrezco a una de las niñas que filme ella misma. Muestra su casa. Cuando entramos a la misma trato de explicar lo que sucede. Siento que estoy invadiendo.
Corán
Existe la escuela normal por la mañana y a la tarde, la coránica. Finalizando el día, ya todos los niños se liberaron de sus actividades y están alrededor de las cámaras. Es una foto tras otra. Gritos, risas, empujones. Algunos quieren con sus amigos, otros solos. Algunas niñas se tapan y se van corriendo y riendo. Una chica que venía de la escuela coránica nos lee un texto religioso tallado en una piedra. Jamás imaginé que sucedería algo así frente a mis ojos. Sentí que viajaba en el tiempo.
El pueblo está revolucionado. Los niños corren, gritan, se pegan, empujan y posan frente al lente. Los adultos nos piden por favor que guardemos las cámaras porque se está saliendo todo de control. Poco a poco todo vuelve a la calma.
Los altavoces de la mezquita anuncian la hora del rezo. La gente se va acercando al recinto sagrado. De noche comemos cuscús con nuestra familia anfitriona. Se suma el maestro del pueblo y alguien más. Hablamos de cosas que nosotros podríamos hacer ahí, quizás un taller de cine-foto en la escuela. Hay ganas de volver a verse. Hace bastante frío ahora. No hay luz, no hay energía eléctrica, pero si estrellas miles. Siento que la tarde loca con esos niños la recordaré y la recordarán por siempre.
Despedida
A la mañana las chicas jóvenes, algunos adultos y todos los niños nos despidieron. Mohammed, jefe de la familia que nos alojó, alza uno de los niños y lo asusta simulando que lo mete de cabeza en el coche para que se vaya con nosotros. El chiquito casi llora creyendo que era verdad. Alegría total de nuestra visita. Nos dan té para el camino. Nosotros conocimos una joya de la humanidad. Espero volver algún día.
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Très émouvant tant de gentillesse et de beauté.