Nos encontramos en la Ruta Nacional 3 de Mali en dirección a la capital, la ciudad de Bamako. Hemos salido de Nioro de Sahel en la mañana después de dormir en lo de Kaoulin, el transitaire que nos rescató en la aduana. Fue una trabajosa cruzada de frontera pero al final todo salió bien.
Han pasado unos 20 días desde nuestra salida de Marrakech. Siento que hemos visto de todo. El paisaje ha cambiado completamente, atrás dejamos las infinitas y desoladas arenas saharianas para atravesar la sabana alegre, llena de sonrisas al borde de la carretera que levantan su mano dándote la bienvenida. El paso rítmico de las mujeres equilibrando los cestos en sus cabezas y los niños arreando bueyes en un fondo salpicado de jóvenes baobabs.
Pueblo de Kolokani
El objetivo es dormir en algún lugar cercano a Bamako y ya mañana entrar temprano a la capital. Tenemos reservado un apartamentito a través de booking en un barrio llamado Bako Djikoroní que no tenemos ni idea por dónde queda.
Hacemos casi todo el trayecto de un tirón. La rutina es la misma: parar en el control militar, entregar la ficha con nuestros datos y los del vehículo, interactuar con los niños que se acercan a venderte alimentos o un té de menta al grito de «Tubabú« (que significa de piel blanca), saludar a alguien que de pronto te mira seriamente. Pasadas las 18 hs paramos en Kolokani, a 120 kms de Bamako.
En Kolokani salgo a caminar por la ruta que hace de calle principal. El pueblo está a ambos lados. Desde las puertas de las casas y comercios la gente me mira. Cada tanto saludo con un gesto y me lo devuelven. Una niña que regresa de la escuela coincide unos pasos conmigo al borde del asfalto. Tenemos una mini conversación hasta que cruza y se mete por una de las callecitas pueblo adentro. En un comercio como un poco de carne con cebolla y pan.
Pasamos la noche al borde de la ruta cenando en un puesto que teníamos al lado, destinado a los transportistas de camiones que pasan rumbo a Bamako. Algo de carne, papas fritas, ensalada y arroz. A la mañana siguiente mientras desayunamos al costado de la camioneta una platea de niños nos mira riéndose e imitando nuestros gestos de comer pan con huevo revuelto o tomar café.
Pasa un adulto y riéndose le pide a los niños que no molesten. Llega un autobús que tiene su parada justo enfrente nuestro. Por eso la aglomeración de niños, que a las risas de ese día soleado, se van con sus cuadernos rumbo a la escuela.
El último tramo de la ruta está destrozado. Avanzamos costosamente. En el camino coincidimos con dos italianos en otra Land Rover que están de travesía rumbo a Chad, y con el checo de la bicicleta, un joven que hemos cruzado ya dos o tres veces en la ruta desde Mauritania y que viene atravesando el desierto en bicicleta casi a nuestra velocidad y totalmente solo. También conocimos a Jackob, un polaco que viaja en moto y se nos acopla para entrar juntos a Bamako. Nos pide de ir con nosotros ya que no tiene alojamiento ni nada. Le decimos que precisamos llamar al dueño del apartamento para que nos indique cómo llegar.
Paramos en una estación de servicio y dos jóvenes se ofrecen a ayudarnos. Les decimos nuestro barrio, Baco Djikoroní, y responden que los sigamos y que cuando estemos cerca llamaremos al dueño del piso desde sus teléfonos. Bamako es una ciudad grande, con casi dos millones de habitantes aunque parece que hay más. Tiene bastante tránsito y obviamente no tenemos ninguna noción previa, ni gps, ni nada.
Bamako
Tienen ropa de una escuela de policía. Los seguimos y ya nos metimos en «pleno» Bamako. Mejor dicho, se siente eso… Paramos en una esquina y llamamos al contacto con el teléfono de uno de los muchachos. Tras un diálogo en bambara con el anfitrión nos guían hasta el departamento. En el guardabarro trasero de sus motos veo la imagen del Che Guevara. Ya había visto alguna en un taxi o bus. Hablamos un poco y les cuento que hice un documental sobre los últimos días del Che en Bolivia. Me responde que el Che es muy conocido en Malí y además, muy querido. Un referente, un ejemplo. Me sorprende que un policía me diga eso. En Latinoamérica la policía lo ve como enemigo y acá llevan su imagen pegada en la moto.
En el apartamento Jackob se instala con nosotros. Salgo a comprar algo de comer para los tres. Camino por las callecitas de pedregullo hacia una avenida asfaltada de doble sentido de circulación. Encuentro un lugarcito de gente simpática que vende kebab, hamburguesas, etc. Compro y vuelvo a la casita.
El dile llama a nuestro contacto Dogon, Ibrahim. «Estamos en Bamako, en un par de días vamos hasta Ségou si te parece». Nos da el ok y nos pasa la dirección de su lugar de trabajo. La idea es que con la ayuda de Ibrahim podamos ir a las comunidades Dogon para filmar
De noche volvemos a la avenida. Tomamos algo en el mismo lugar que fui a la tarde, al lado hay una discoteca. Una chica se acerca y se sienta en nuestra mesa. Hablamos. Espera sexo por dinero, dice que está estudiando, es nigeriana. Palabras más palabras menos, se termina yendo. Pienso en su historia de vida y su viaje de Nigeria hasta los suburbios de Bamako. Un cachetazo de realidad.
Entramos a la discoteca. Buena música y buena vibra, nuestra piel blanca no es un problema. Alguna gente nos saluda y habla un poco. Un tipo con un micrófono canta o improvisa unas estrofas sobre la pista que sonaba. La gente lo alienta a las risas. Bebemos bastante. Nos volvemos al alojamiento.
Al otro día descansamos y dimos alguna vueltita corta en el barrio. Una noche más y luego partimos a Ségou.
Ségou
Al llegar a Ségou, nos contactamos con Ibrahim, nuestro contacto Dogon. Tomamos un café, comimos un sandwich, y hablamos de la peli y cómo filmarla. Nos hace una introducción a su pueblo, algunos significados de los nombres, las familias, los griot, los jefes espirituales. Se empieza a hacer de noche.
Nos ofrece quedarnos unos días en una especie de patio/estacionamiento detrás de su lugar de trabajo, vinculado al turismo y la cultura Dogon. La idea es organizar todo el itinerario de rodaje durante unos días.
Nos dice que él mismo no podrá ir entonces nos da el contacto de su primo Djibril Kassogué, guía y Dogon, para que vaya con nosotros y pueda ocuparse de traducir durante las entrevistas y ser nuestro informante clave. Todo está encaminado pero primero comer, dormir y aclimatarse.
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