Seguimos recorriendo el País Dogon mientras rodamos el documental El Canto de los Dioses. Explorando las tradiciones de este pueblo y su conexión con lo religioso, espiritual, metafísico, mágico. Su historia oral, sus mitos, su música. Un pueblo que hace varios siglos permanece resguardado en el Acantilado de Bandiagara en Malí.
Hace siglos huyeron del creciente Islam en el Imperio de Malí y alrededor del Acantilado de Bandiagara se refugiaron para conservar su cultura y religión animista. Luego vino la colonización, o mejor dicho la ocupación francesa con el catolicismo. Hoy son parte de una república cuyos gobiernos generalmente poco se preocupan por su situación ya sea porque no quieren o no pueden. El actual islamismo radical acrecentó la violencia inter étnica en la bastante desolada región poniendo otra vez en peligro a esta comunidad cuyas aldeas son atacadas cada tanto por grupos armados matando a veces decenas de personas, robando los animales y hasta incendiando casas y graneros. Escenas que parecen de una serie histórica, de relatos de antaño pero no, actuales de este lindo mundo que vivimos. En el post La década maliense hago un repaso de estos últimos años en la región.
A los pies de Bandiagara
Los pueblos debajo del Acantilado se denominan Hogon, y los que están encima son los Guina. Djiguibombó o Kani Bozón son Guina mientras que Telí, y los que conoceremos en es este post son Hogon. No es que haya una gran diferencia entre ellos, es solo una manera de nombrarlos y agruparlos según su ubicación. Hay que recordar que la palabra Hogon denomina al jefe espiritual del pueblo mientras que la Guina es también el nombre de la casa del Hogon.
Endé
Esta comunidad se caracteriza por ser fabricantes de Bogolans, la ropa típica Dogon. Hoy en día utilizado más bien en momentos festivos igual puede llevarse en el día a día aunque no tanto. Es una especie de poncho liviano muy práctico en este paisaje arenoso. Es aquí mismo donde se inventó el Bogolan y donde aún hoy se concentra la producción.
Los pigmentos provienen de hierbas cercanas: Indigo para el azul y Galama para el amarillo. Ésta última también se utiliza para la malaria. En la técnica de arriba está siendo pintado directamente con colores provenientes de arcilla, tierra, hojas secas, cenizas y corteza de árbol. Debajo, el Bogolan es cosido con el motivo que lucirá y luego se sumerje en la tinta generada por las hojas hervidas. Una vez seco se vuelve a teñir para luego ir cortando sobre el relieve del motivo, apareciendo así el tono claro.
Caminando por Endé pasamos por al lado de una nueva mezquita de barro. Ya no me sorprende tanto como la primera vez que vi una, en Kanikombolé, la cual además fue muy impactante por cómo apareció sola entre unos árboles con el acantilado de fondo. Al pasar por la de Endé me vienen a la cabeza las palabras del escritor maliense Moussa Konaté, en su obra policial ficticia llamada L’empreinte du renard (La huella del zorro):
«A primera vista (…) las aldeas dogon parecen inhabitadas, parecidas a sitios prehistóricos recientemente descubiertos. Todo es color tierra: las rocas, las casas y los hombres. Y, como hay pocas almas, los humanos se confunden en las rocas y las viviendas.»
Moussa Konaté, L’empreinte du renard. 2007.
«Ocurre que una mezquita o una iglesia de cemento se destaquen en este universo tan uniforme, pero uno siente que están esperando a un dios que no es de aquí, porque el dios de los dogon no necesita de mezquitas ni de iglesias. Es Amma y vive en cada cosa y en cada objeto esculpido, en el alma de cada Dogon. No exige ni oros ni adornos: tan solo un simple altar de tierra y piedra.»
Moussa Konaté, L’empreinte du renard. 2007.
Recordé entonces el montículo de tierra de Ogossogou (Malí 4, País Dogon I). La historia del por qué de este pequeño altar, llamado Altar de Lebe, se remonta al mito de origen Dogon. Las primeras creaciones de Amma fueron seres andrógenos mezcla humano y serpiente. No tenían articulaciones. No había muerte aún, no existía. Luego de ser un Nommo, nombre dado a estas criaturas sin sexo, pasaban a ser serpiente y luego espíritu sabio. Los tres mundos (nommos, serpiente o espíritus) no se conectaban entre sí, como si fueran tres dimensiones.
Pero un día una serpiente llamada Dyongou Serou vio como unos jóvenes nommo estaban siendo irresponsables con la naturaleza y se los recriminó olvidándose de su condición. No se podía hablar la lengua de un mundo en otro mundo y por esto quedó atrapado entre los dos creando un nuevo estado, una nueva dimensión: la muerte.
Tiempo después fallece otro Nommo, llamado Lebe Serou y es enterrado. Cuando al pueblo Dogon le toca emigrar deciden llevarse algo de tierra de dónde estaba enterrado Lebe Serou. Al llegar a Bandiagara hicieron un altar con esa tierra. De esta forma, ese sencillo montículo que parece un hormiguero gigante es uno de los lugares más sagrados de las aldeas. Allí se recuerda a los que ya no están. Al fin y al cabo, esa conexión de la religión con la naturaleza es el Animismo.
También me viene a la mente las cabezas de mono de Tellem y el Nyama, su energía vital. Fijarlas a una pared hace de esta un lugar de culto, de recordar que somos parte de algo más grande.
Ir al post (Malí 7, País Dogon IV: Tellem)
Uno puede juzgar ese montículo con palabras como arcaico, pero ¡qué poco sabe uno de lo que ese montón de tierra sobre tierra puede significar!
Bagurú
Seguimos viaje en la camioneta bautizada con el nombre Luma. En Bagurú somos recibidos como es habitual por más de una veintena de niños a los gritos pidiéndonos bombones, bidones de plástico o dinero casi como un juego, compitiendo entre ellos por un saludo nuestro, una palabra, un chiste o una sonrisa. Lo que piden poco importa, parece que saben que no tenemos, aunque claro que sería bien recibido como lo es también una foto o un choque de manos.
En Bagurú viven las familias que trabajan metales y madera, generalmente ébano. En este pueblo se concentra la producción de herramientas, armas, cuchillos, esculturas, etc. El oficio de herrero de forja se acompaña siempre con el de ebanista y es hereditario.
Durante la creación del mundo, Amma, el dios dogon, tuvo muchas dificultades. En un momento bajaron del cielo siete creaciones Nommo mientras que una se quedó aprendiendo el oficio en el taller de los «herreros celestiales». De allí se trajo un pedazo de sol y un yunque. Su cuerpo aún serpentiforme bajaba en un arcoíris pero en el viaje dos relámpagos le golpearon y cayó al mundo con el peso del yunque encima. Por ésta caída aparecieron los codos y rodillas que hoy todos tenemos.
Este mito explica la importancia que tiene esta labor en la sociedad Dogon. Su energía, su huella está en los objetos que utilizan para vivir, en los religiosos e incluso en los fusiles, pólvora y municiones de los cazadores. El herrero fabrica todo y por eso es una labor de mucho prestigio que lo posiciona bien en la sociedad. Es considerado además como alguien especial, mágico, conocedor de secretos.
Dioundourou
Por último nos detenemos en Dioundourou. Allí nos quedamos en el Hostel Rasta de un amigo de Djibril llamado Mamadou. Son más o menos las 3 PM y ya nos detenemos para almorzar un buen couscous con aceite de oliva y luego descargar material filmado, cargar baterías y descansar. Mañana subiremos a Benyematou para ser testigos de la Danza de Máscaras, el ritual Dogon más llamativo. Para realizar la danza es necesario sacrificar un animal, el cual debemos llevar ya que nosotros estamos solicitando el ritual. Ese animal será repartido y consumido por todo el pueblo, por lo que su muerte no será en vano.
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Gracias nuevamente por compartir estas experiencias únicas. Hermoso relato.
Apasionantes relatos!