Día 1
Primer día de mi vida en África. Bajo del avión en Marrackech. En el aeropuerto un controlador me pregunta dónde voy a dormir. Le invento el «Hotel Marrackech» y me mira cómo diciéndome «ese hotel no existe». Me sentí un boludo. Al final me dejó pasar. El «dile», me espera en el estacionamiento.
Aquí podés leer sobre cómo llego a África por primera vez.
La visa del «dile» se termina en una semana, así que ése es el tiempo que tenemos para llegar a Mauritania a unos 1750 kilómetros. Nuestro vehículo no va a más de 55km/h. Emprendemos ruta hacia el suroeste, dirección Agadir, por la Ruta Nacional 8.
Ya encima de «Luma» bordeamos Marrackech cuando fuimos desde el Aeropuerto hacia la Ruta 8. En esa periferia veo camellos por primera vez, de los que son utilizados para paseos.
Rápidamente al salir de la ciudad estamos en una zona muy áspera. La tierra es roja, parece el norte argentino o el sur de Bolivia pero es el desierto del Sahara. No hay arena fina sino piedras.
Paramos en un pueblo-ciudad a comer algo y hacer algo de cambio de moneda. Seguimos. El cansancio del viaje en avión, las pocas horas de sueño, el sol de frente, el calor y la digestión hicieron que la somnolencia se apodere de mi mente. Me duermo… tras consultar con algunos campesinos nos indican una estación de gasolina donde acostumbran parar los camioneros para pasar la noche. La gente solo habla árabe, la comunicación es muy gestual pero satisfactoria.
Pensábamos comprar un vino pero en los pequeños pueblos que atravesamos no vendían. No encontramos nadie que vendiera alcohol.
En el paraje comemos un guiso de porotos (alubias) a eso de las 8 pm y a dormir… ya a las 6 pm es de noche y al irse el sol empieza el frío, son los últimos días de noviembre.
Una mujer se acerca y nos pide tabaco, también le convidamos algo de caldo. La primer noche en la Land Rover se durmió muy bien, un poco frío por momentos pero dormirme con medialuna brillando a través de la ventana sobre el desierto de piedra fue algo muy lindo. Soñé como loco.
Día 2
Amanecimos en pleno desierto de piedra. Hicimos ruta hasta Agadir, fea ciudad, al menos lo que vi. Una gran avenida central llena de centros comerciales, supermercados y ferreterías gigantes. Pasamos toda la tarde haciendo compras en esos lugares. Consumimos un café para usar Internet pero no funcionaba, por lo menos avisé a mi madre que llegué bien. Llovió un poco, quince sorpresivos minutos. Compramos legumbres, especias y cigarros Maghreb. Se me prendió la lamparita y me compré unos lentes de sol.
Después nos fuimos al Parque Nacional Soul Massa y dormimos ahí, en la puerta de una reserva de caza. Llovió de noche. Leí un poco. No dormí muy bien.. tuve sueños feos, digamos que pesadillas.
Día 3
Hoy nos levantamos con olorcito a bosque. Desayunamos, conversamos un poco con los encargados de la reserva y arrancamos bajo la lluvia.
Las mujeres llevan en su cabeza la leña que fueron a recolectar al bosque. Ahora son las 10:15 AM y seguimos rumbo al sur, dirección Tiznit. El paisaje se hace más chato, hay menos vegetación, el suelo aún es pedregoso.
Hicimos muchos kilómetros hacia el sur. Ahora sí, el camino se va volviendo más arenoso con una baja vegetación. En Guelmim paramos a comer una Tajine. Esto se cocina en un recipiente de cerámica y se lo tapa con esa especie de cono para mantener el calor. Pollo, papa, aceitunas y algunos vegetales más, todo muy sabroso.
Ya al salir de Guelmim, nos adentramos en el desierto arenoso. Cruzamos Tan Tan cerca de las 5 pm y unos 80 kms después decidimos parar a dormir. A la izquierda de nosotros, de la carretera, se supone que hay una gran extensión de piedras y arena. A la derecha se percibe lo mismo, también algunas casas (o algo así) y por ahí nos metemos. No se ve a más de 10 metros a causa de la niebla.
Se supone que la ruta por la que conducimos está a 1 km de distancia del mar como mucho, pero no se ve nada. La bruma marina y nocturna avanza sobre nosotros y el desierto. De repente se aparece el Océano Atlántico con su espuma chocando el continente. Nosotros estamos arriba de una pendiente de tierra y arena. Todo es piedras, arena y ahora también océano.
De pronto se ve un pequeño rancho y un pescador que se acerca caminando. Gran sorpresa para él vernos ahí. Ríe. Nos dice que podemos dormir ahí sin problemas. El rancho no era su casa sino el lugar donde los pescadores guardan sus herramientas. Al rato otros dos pescadores nos conversan. «Debemos ser los primeros uruguayos en dormir por ahí», pienso. Nos dicen que es calmo. El sonido del mar batiendo contra la pared de tierra me lleva a años de infancia y adolescencia e incluso adultez en Cabo Polonio.
Guiso de lentejas y arroz. Conversaciones sobre la sociedad española, uruguaya, argentina, marroquí, occidental, campesina, pobres, ricos, educados, ignorantes… algunas fotos nocturnas y a dormir…
En la noche me desvelé a las 4:17 am, escribí mis sueños entreverados y salí a orinar. Allá en el borde del horizonte se veían las luces de Islas Canarias.
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