Malí 5, País Dogon II: Djiguibombó

Un veinti algo de diciembre de 2017 amanezco en Djiguibombó. Un día más de este viaje que se encuentra en el corazón de su razón de ser. Hasta hace unos días predominaba la idea de avanzar en el camino mientras que ahora, ya estamos. Hay unos cuantos paneles solares o generadores a combustible que brindan electricidad en la noche, único momento para recargar el litio que da vida a la cámara. Desayunamos unos panes con café con leche en polvo mientras va rumeando en el subconsciente todo lo oído y experimentado en Ogossogou. Salimos por el pueblo memorizando algunas expresiones para conectar con la gente:

Buen día - Ani Sokoma
Buenas tardes - Anitié
Gracias - Gana
Gracias por todo - Gana Biorko
Bienvenidos - Ambiayere
Leleó - nuez de Kola

El nombre de la localidad se debe a que a este lugar, hace incontables años, venía a cazar un tal Djigui. Se empezó a hacer referencia al espacio de caza como «el pozo de Djigui«. En idioma Dogon «pozo» se dice «Bomo». El bomo de djigui, terminó siendo Djiguibombó.

Como casi siempre, encontramos a las mujeres en movimiento, haciendo algo, trabajando. A veces de lejos, cosechando cebolla, otras pelando maní en el centro del pueblo o ahora bajo techo moliendo mijo. Recuerdo la frase del pastor de MAURITANIA 4 que dijo «nosotros no trabajamos». El grupo avanza alternando los golpes con algo de canto, cortos versos dichos por las adultas y respondidos a coro por las niñas. Sincronizadas y repartiendo las fuerzas equitativamente.

Una chica se da el lujo de aplaudir a medio tiempo mientras lanza el palo hacia arriba y luego chequea si la cámara la captó. En general, nuestra irrupción en su vida diaria es vista como algo positivo y casi nadie se intimida frente a la cámara. Menos aún las niñas y niños, cuya bondad y alegría ya se ha manifestado en esta crónicas.

Los graneros guardan mijo, mijo fonio, maíz, frijoles, cebolla. Se diferencian en las divisiones y en la cantidad de puertas. Los de ellas, con cuatro divisiones y una puerta tiene en el centro un agujero para especias y joyas. Los de ellos, sin divisiones y tres puertas, solo mijo.

A la entrada de una Toguina un mensaje en una piedra prohíbe el acceso de las mujeres. Está escrito en francés (no existe la escritura Dogon). Restricciones que «vienen de antes«, según un vecino que cruzamos. No logra decirnos un por qué, «no puedo contestar eso» dice con timidez.

Griot de Djiguibombó

Al igual que Issa Dembelé en Ségou, el Griot de Djiguibombó se encarga de la fabricación de instrumentos. También trabaja el cuero, haciendo por ejemplo fundas para los cuchillos. Nos instalamos en el patio de su casa acompañados de una platea infantil, testigo infaltable de cada momento.

Cuenta un poco de historia: los Griots acompañaron a los Dogon en el éxodo que realizaron desde el Imperio Mandinga. Llegaron juntos a Bandiagara. Los Dogon les confiaron la transmisión oral de sus secretos a los Griots, que tienen el poder de la buena palabra. «Cosas apreciadas por el corazón«, complementa el Djibi. No se han mezclado en sangre.

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Adama Kassogué, Griot de Djiguibombó

El Griot menciona que su Tam Tam lo hizo su abuelo. «Antes había árboles para hacer tambores«. La lonja es cuero de cabra joven, muy fina. El mismo Tam Tam continúa hoy siendo tocado por él y luego seguirán sus hijos. Las manos de una familia haciéndolo sonar a través de cada generación. De esta forma se entiende que este instrumento puede ser una manera de comunicar con los ancestros. Y es por esto, el respeto y el cuidado que se debe tener hacia el mismo.

Existe un ritmo para cada acontecimiento social: nacimientos, defunciones, cumbre de líderes. La que anuncia malas noticias solo la pueden cantar los adultos, mientras que en las otras los niños sí tienen permiso. Cada ritual tiene su música y su canto. Algunos ritmos son para Dogones, otros para Griots, otros para rituales en familia y otros en sociedad.

Los Griots son agentes de comunicación cotidiana. Transmiten el mensaje del jefe. Van tocando el Tam Tam por el pueblo para informar. No hay escritura, la historia es oral. El Griot es “la escuela”.

Antes los Griots tenían su Guina, su casa como la del Ogon o el Molono. Los Dogon dan mijo a los Griots después de cada cosecha. También hojas de Bisab para la salsa. Es la «forma de pago» por su trabajo que también consiste en mantener la paz entre todos, saber hablar para bajar las tensiones.

JEFE ESPIRITUAL DE DJIGUIBOMBÓ

Al otro día visitamos al Ogon del pueblo de Djiguibombó. Lo encontramos en su Guina en un estado de salud bastante delicado. Nos cuenta que estuvo a punto de morir, incluso creyeron que había muerto pero despertó. Al hablar de su edad, señala algo fuera de su casa mientras dice:

«Yo no soy el más viejo, el árbol lo es.» 

Tras otra noche, nos toca hacer un recorrido por algunos pueblos bajando el acantilado. Lo haremos en el mismo vehículo que venimos viajando ya que hay un camino sinuoso que permite hacerlo. Seguimos alejándonos del centro de Malí, de Bamako, de la ciudad de Bandiagara, que se encuentran en la parte elevada. Nuestra dirección es hacia el este, bastante cerca de la frontera con Burkina Faso. Al bajar, el suelo es más arenoso mientras que arriba, en Djiguibombó, el suelo es empedrado.

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Baobab en Djiguibombó

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