Tras unos días en Vallegrande debo seguir camino hasta La Higuera. Da la sensación que es un lugar casi místico, por la sencilla razón de que no hay transporte público que te lleve hasta allí. Uno la puede identificar en un mapa, pero la decisión de ir queda en las ganas que tenga cada uno de vivir una experiencia que no asegura comodidades.
desde Vallegrande hacia La Higuera
Hay algunas empresas de turismo que te llevan en vehículo hasta La Higuera y te traen en el día si quieres. También se podría contratar un taxi pero la opción más barata y con menos compromisos es ir en autobús hasta «el desvío» y luego caminar.
Para eso hay que dirigirse en Vallegrande a lo que llaman «el sutidor», la gasolinera que hace de parada de autobús. También se le llama estación San Antonio. En ese lugar, hay que subirse al bus que va a Villa Serrano, el cual pasa entre las 12 y 14 horas. Hay que pedir para bajarse en «el desvío que va a La Higuera». Desde allí, caminar seis kilómetros (en bajada).
Transito esos paisajes con la espalda cargada de 15 kilos más el bolso de cámara en el pecho que son unos pares de kg más, una caminata dura por un suelo empedrado. Igualmente ese pequeño sufrimiento no es nada comparado a la vida del guerrillero, cargando fusiles y comida, por caminos alternativos, durante meses a la intemperie y una sola convicción: luchar o morir. Llegar y estar en La Higuera ya lo envuelve a uno de una sensación especial. Sensación de pueblo perdido, un lugar remoto donde algunos sueños se apagaron.
La Higuera
La Higuera se encuentra en la ladera de un cerro por lo que básicamente tiene una calle. Algunas partes planas permiten algún sendero y alguna construcción hacia «adentro» del cerro. Otras casas del lado de la bajada están construidas de la forma tradicional con largos cimientos. Hay una plazoleta central con el busto y la estatua del Che, y otras casa más dispersas. Una de esas es la casa del telegrafista, quien avisó de la presencia de la guerrilla en la zona, hoy hotel-museo.
Irma Muñoz, una vecina de la Higuera me ofrece una casita con varias camas como alojamiento. Me cuenta que en esa época tenía veinte años y el pueblo estaba atormentado por los militares que amenzaban de muerte a quién diera algo a los guerrilleros. La armada sabía que andaban por allí, el miedo aplacaba la voluntad.
Quebrada del Churo
La Quebrada del Churo o Yuro, es el lugar del último combate del Che, el 8 de octubre de 1967. Fue también la última de dos compañeros, Juan Pablo Chang, el Chino, y Simeón Cuba, Willy.
Existe un camino para bajar hasta un lugar donde un pequeño memorial, con un árbol que representa el árbol en el cuál capturaron al Che. Para llegar hay que ir desde La Higuera hasta una casa no muy lejos, desde donde sale un camino que baja la quebrada. Hay que pagar algo, no sé cuanto, alguien te guía un poco. Se puede acampar abajo. Yo no fui por ese camino porque me dijeron que se podía llegar bajando desde La Higuera mismo, sin pagar. Como venía medio cansado de la caminata de la llegada pensé que sería menos trayecto salir desde el pueblo y de paso me ahorraba unos pesos. También quería algo de aventura. Nunca llegué a la estrella pero caminé todo el día por la quebrada, que al fin y al cabo es lo mismo.
Coincido en La Higuera con Lautaro Actis, fotógrafo, que me obsequió la foto de ese lugar conmemorado con una estrella.
Bajando la quebrada por esos senderos casi vírgenes y llenos de espinas no podía hacer otra cosa que intentar extrapolarme a aquel momento, asombrándome de la magnitud que debe tener un ideal para estar luchando en este lugar, uno de los más inhóspitos que conocí, y en aquel momento. Y pensaba claro en el presente intentando evaluar como cambió la gente, la política, la filosofía, la tecnología, los ejércitos, los ideales, la comercialización de éstos, las luchas que una y otra vez han caído en una reproducción del sistema ante el cual arriesgaron su vida.
Escuelita de La Higuera
Una vez capturados luego del combate del Yuro, el Che, Willy y el Chino fueron llevados a la escuela de la Higuera. Allí pasaron una noche y al otro día fueron asesinados. La escuelita, de adobe y paja en la época fue demolida hace años y construyeron otro establecimiento en el lugar que funciona como museo y lugar de peregrinaje de gente de todo el mundo que viene a dejar su mensaje.
Después de unos días, el hijo de Irma que es taxista me lleva hasta el desvío para reencontrarme con el bus que hace Vallegrande-Villa Serrano. Hasta allí tengo que ir para seguir camino a Sucre.
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